sábado, 3 de noviembre de 2012

¿Real o imaginado?


Día 234
Comentando lo que me despierta la lectura de:
 James, Henry: Otra vuelta de tuerca, Madrid, Unidad Editorial (Millenium, las 100 joyas del milenio), Trad. Domingo Santos, 1999.


Parte de nuestra condición como seres humanos, es que estamos constantemente alertas, con nuestros cincos sentidos en lo que nos ocupa o preocupa. Somos presas fáciles de nuestros sentimientos, que van desde la total alegría, pasando por la tranquilidad hasta la angustia extrema, aterradora. Las cosas que nos lo pueden causar puede ser desde nuestra trabajo, en la calle, nuestro hogar, etc., por todo y nada a la vez. Digo esto porque bien puede ser desde un susto por algo real o irreal, o una alegría que igual puede ser imaginaria solamente.


 “[…]Le indiqué la posibilidad de que si se repetía –porque eso lo daba por sentado- podía llegar a acostumbrarme al peligro […]”(p.52)


Pero el vivir en contantes emociones extremas, no creo que nos lleven al hecho de acostumbrarnos a ellas. Porque una costumbre es algo que pasa constantemente y creo que el vivir, por ejemplo, con miedo a todo momento no es algo a lo que se acostumbre el cuerpo. O, si se llegara a  acostumbra, el resultado no sería del todo favorable. Recuerdo que en alguna ocasión me explicaron que al sentir sobresaltos, miedos o malas impresiones nuestro cuerpo segrega adrenalina que, en constantes dosis no es del todo benéfico. Así que constantes sentires de este tipo llevan a la ansiedad o depresión; en este punto, que es en el que se encuentra la  protagonista de esta novela, cabe la posibilidad que lo que se ve o siente sea sólo producto de nuestra imaginación. [1]




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