Día 234
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
James, Henry: Otra vuelta de tuerca, Madrid, Unidad Editorial (Millenium, las 100 joyas del milenio), Trad. Domingo Santos, 1999.
James, Henry: Otra vuelta de tuerca, Madrid, Unidad Editorial (Millenium, las 100 joyas del milenio), Trad. Domingo Santos, 1999.
Parte de nuestra
condición como seres humanos, es que estamos constantemente alertas, con
nuestros cincos sentidos en lo que nos ocupa o preocupa. Somos presas fáciles
de nuestros sentimientos, que van desde la total alegría, pasando por la
tranquilidad hasta la angustia extrema, aterradora. Las cosas que nos lo pueden
causar puede ser desde nuestra trabajo, en la calle, nuestro hogar, etc., por
todo y nada a la vez. Digo esto porque bien puede ser desde un susto por algo
real o irreal, o una alegría que igual puede ser imaginaria solamente.
“[…]Le indiqué la posibilidad de que si se
repetía –porque eso lo daba por sentado- podía llegar a acostumbrarme al peligro
[…]”(p.52)
Pero el vivir en
contantes emociones extremas, no creo que nos lleven al hecho de acostumbrarnos
a ellas. Porque una costumbre es algo que pasa constantemente y creo que el
vivir, por ejemplo, con miedo a todo momento no es algo a lo que se acostumbre
el cuerpo. O, si se llegara a acostumbra,
el resultado no sería del todo favorable. Recuerdo que en alguna ocasión me
explicaron que al sentir sobresaltos, miedos o malas impresiones nuestro cuerpo
segrega adrenalina que, en constantes dosis no es del todo benéfico. Así que constantes
sentires de este tipo llevan a la ansiedad o depresión; en este punto, que es
en el que se encuentra la protagonista
de esta novela, cabe la posibilidad que lo que se ve o siente sea sólo producto
de nuestra imaginación. [1]
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