Día 47
Lectura:
Flores Olea, Víctor: Tres historias de mujer. México, FCE, 1998.
Una
cosa es que mesuremos nuestros sentimientos para no desbordarlos, ser
inteligente emocionalmente, y otra es que los reprimamos porque no es correcto
mostrarlos según la época, las creencias y/o los prejuicios del momento.
Pongamos el ejemplo del niño que llora por X cosa, el padre lo ve y le dice
<<los hombres no lloran, aguántese que para eso es machito>>; esta
frase que ya es muy choteada nos muestra claramente como se le enseña al hijo a
anular sus sentimientos por ser de género masculino <<sólo las mujeres
chillan>>. No se le enseña a reconocer, aceptar y dejar pasar el dolor,
sino a eliminarlo ¿entonces los hombres no sufren porque no lloran? Todo
sabemos que esto no es así. Todos experimentamos el sentimiento del dolor.
“[…]
Raquel aprendía lo que era una nueva condición: hacia sí misma, el primer
lugar, deteniendo los temblores inevitables de su cuerpo, ahogando las
emociones que le procuraba la comunicación con la naturaleza, con el verdor del
campo y el dorado de la tierra, y desde luego enterrar para siempre esa
distraída e inexcusable admiración de sus propias por mas que de pronto la
asaltaban. […] (p. 41)
Pero
si prestamos atención a esta nota, del libro que ahora leo, podemos darnos
cuenta que algo muy parecido le sucede a Raquel, nuestro personaje principal,
ya estando en el convento. Ella tiene que <<ahogar sus emociones>>,
porque estas son venidas de los sentidos, del cuerpo, y sabe que no puede permitirse
tal desliz. Es una falta a su sentido de contemplación y dedicación de su alma
a Dios.
El
hijo tiene no llora por reprimenda del padre. Raquel oculta sus sentimientos
por una razón también de autoridad que no termina de entender. ¿Qué se busca al
hacerlo? ¿Crees que debemos ignorar, eliminar, reprimir de esta forma nuestros
sentimientos?
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