Día 365+43
Comentando lo que me despierta la lectura de:
Piera, Gustavo: La travesía. 18 claves para llegar a buen puerto. Barcelona, Alienta Editorial, 2006.
Piera, Gustavo: La travesía. 18 claves para llegar a buen puerto. Barcelona, Alienta Editorial, 2006.
Si es verdad que los hijos son reflejo de los padres,
entonces deberíamos preocuparnos por lo que vemos en ellos, en especial si son
enojones, agresivos, testarudos, contestones, etc. No hablo de hijos con una
edad que ya eligen su camino, pensando en jóvenes mayores de dieciocho, sino de
los pequeños, de los que aún están viendo, repitiendo y aprendiendo de
nosotros, de aquellos que están en vísperas a formarse un carácter, que si no
es totalmente propio, si será una gran parte mientras empiecen a decidir por sí
solos. Pero, ¿qué es esto del carácter?
“Si, por ejemplo, la veracidad es uno de mis principios y
tengo carácter, trato de decir la verdad en toda circunstancia. Pero si sólo la
digo cuando me conviene, o cuando no me queda de otra, y miento para quedar
bien o para sacar provecho, entonces no tengo carácter. El carácter se mide según la frecuencia con la cual aplico mis
principios.[…]” (p. 150)
Esta definición, que nos ofrece la autora de este libro,
me hace pensar en lo que le enseño a mi hijo, cuáles son mis principios y qué tan
bien puestos los tengo y cuán seguido los ejerzo. ¿Tengo como sujeto un carácter
definido que me lleve a poder trasmitirlo como padre? Es algo que necesito
autoevaluar, porque no puedo enseñar, trasmitir algo que ni yo misma llevo a
cabo. [1]
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