Día 365+194
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
El que las mujeres hayamos podido salir a trabajar al
campo laboral, en especial desde el momento en que se da la industrialización
por la necesidad de tener más manos productivas (y más en países en donde por
cuestione de guerras el número de hombres se ve reducido drásticamente) no sólo
nos abrió la entra a un ámbito que por muchos años se nos fue prohibido, porque
sólo era destinada la mujer para las labores de la casa, sino que además
adquiere un autonomía económica.
“[…] la
opresión social que sufre es consecuencia de su opresión económica […]
<<la emancipación de la mujer no es posible sino cuando ésta puede tomar parte
en vasta escala en la producción social […]>>” (p. 55)
Muchas mujeres mexicanas siguen estando privadas de poder
salir a trabajar fuera de casa, porque aún se tiene una concepción machista, pero
también por suerte hay muchas ya les toca vivir los avances políticas en este
tema, y esto lo podemos ver en la ayuda económica que se les da, por lo menos en
la Ciudad de México, a las madres solteras.
Porque ¿qué implica que una mujer dependa económicamente
de un hombre? Cuando alguien, porque no es exclusivo de las mujeres, está atado
económicamente a otro, pierde su autonomía
para decidir sobre su vida al tener que seguir las reglas de aquel que lo
mantiene, se encuentra en un grado de dominación y sumisión. Así que para que
una persona sea libre de decisión, es necesario que sea responsable de su
economía, o sea que se mantenga.[1]
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