domingo, 27 de octubre de 2013

La complejidad de los mitos

Día 365+228
Comentando lo que me despierta la lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.





¿Alguna ves le has preguntado a algún hombre si le hubiera gustado ser mujer? Yo que recuerde, una pregunta así tal cual, no; pero lo que sí he oído es conversaciones donde noto que los hombres no aceptan ser feminizados. Ejemplo más claro sobre esto es el juego de los albures en México, porque detrás de todo ese palabrerío, que parecen insignificantes, lo que se esconden y buscan los contrincantes en reducir al otro a mujer, el poseerlo, penetrarlo, gana quien es puesto en un plano de sumisión.



“Siempre es difícil describir un mito; no se deja asir ni cercar; asedia a las conciencias sin jamás haberse plantado ante ellas como un objeto fijo. Es tan ondulante tan contradictorio, que al principio no se descubre su unidad. […]” (p.143)



Los mitos al no estar basado en hechos comprobables, como en el caso de la ciencia, no podemos hablar de leyes que le sean constantes. Un mito al ser parte de una cultura que pasa de generación de boca en boca por sus habitantes, va perdiendo, ganando, aumentando o disminuyendo y casi nunca pasa idéntico de unos a otros. Por eso el mito es algo escurridizo, no se puede atrapar, ni es propiedad exclusiva de nadie, cada persona le pone o quita. Este es el gran dilema con todos aquellos mitos que rodean a las mujeres, mitos como lo relacionados con la menstruación, pero de esto hablaré más adelante en otra entrada. [1]



































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