sábado, 4 de mayo de 2013

Sentir deseo de… ¿protección?


Día 365+52
Comentando lo que me despierta la lectura de:
 Steel, Danielle: Secuestro. (Trad. María Antonia Menini) Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1993.



Claro que he sentido la necesidad de proteger, o que me protejan. En especial cuando se está en un situación difícil de superar solo, queremos tener un apoyo, un bastón donde recargarse, alguien que nos aconseje, que nos apapache y nos aliente para seguir adelante. Pero, ¿qué tan común es que esta persona sea un total desconocido, que tal vez sólo lo hemos visto y platicado, unas pocas veces? Esto es lo que le pasa a uno de los personajes de esta novela, siente esta necesidad imperante.


“[…] Sólo quería estar con Marielle, cuidar de ella y protegerla como jamás nadie lo había hecho.” (p. 182)


¿Hasta qué punto podemos considerar un deseo así como normal?¿Y en qué momento lo calificamos como enfermizo?  Creo que la respuesta viene desde lo veamos. Si es un sentimiento compartido, o autorizado –por decirlo de alguna manera- por la otra persona, tal vez no hablemos de un problema sino de pasión; pero si alguno de los dos no aprueba este comportamiento, entonces hablamos seguramente de acoso, casi locura.[1]




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