Día 365+115
Comentando lo que me despierta la lectura de:
Muñoz Molina, Antonio: El dueño del Secreto. España,
Espasa Calpe, 1999.
Muñoz Molina, Antonio: El dueño del Secreto. España,
Espasa Calpe, 1999.
Todas las personas tenemos secretos que no compartimos, o casi
nunca comentamos con otras personas, ¿por qué? Porque un secreto es “[…] Lo que
cuidadosamente se tiene reservado y oculto.[…]”[1]
y si lo llegamos a confiar a alguien es con la idea de ser escuchados, pero
nunca juzgados o más bien, nunca revelar dicho secreto.
“[…] Ya entonces, a los dieciocho años, padecía yo una debilidad
de carácter que me ha perjudicado siempre mucho, más es mi respeto hacia mi
mismo que para , y que consistía, y consiste, en que no soy capaz de guardar un
secreto, aunque me jacto de ser un hombre reservado y poco amigo de
confidencias personales. […]” (p.15)
Cuando una persona tiene esta debilidad de no poder guardar nada
de secretos, por desgracia llega un momento donde ya no es de confiar, porque
algo que no debería de haber dicho lo termina “despepitando”.
Pero ¿qué es lo que empuja a alguien a ser así? Siento que para empezar
se tiene que ser chismoso, no discreto, para poder tomarse este tipo de
atribuciones; igual y exagero y la culpa no es de quien lo repite, sino del que
lo cuenta, porque si un secreto es tan importante al punto que de nadie debería
enterarse, entonces no se debería confiar por ninguna circunstancia. ¿Tú me
contarías un secreto? [2]
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