Día 365+213
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
¿Las mujeres que
trabajamos pensaremos lo mismo que las que no lo hacen? ¿Y en especial de
aquellas que pertenecen a la clase
burguesa? Pensemos en una mujer casada, no importando si es pobre o no, pero
que no trabaja. Las dos dependen económicamente de alguien (a excepciones casi
únicas donde tiene una gran herencia) aunque una carezca y la otra tenga la
opulencia total. ¿Cuál creerías que tomara la iniciativa de trabajar?
“[…] La mujer
burguesa se atiene a sus cadenas, porque se atiene a sus privilegios de clase.
Se le explica incansablemente, y ella lo sabe, que la emancipación de las
mujeres ería un debilitamiento de la sociedad burguesa; liberada el varón,
estaría condenada al trabajo; puede que lamente no tener sobre la propiedad
privada más que derechos subordinados a los de su marido, pero aún deploraría
más el que esa propiedad privada fuera abolida […]” (p. 103)
“¿Por qué habré de
trabajar, si todo lo tengo, además no permitiré que otra disfrute lo que yo” Palabras más o menos es lo que seguramente una
mujer diría al no querer renunciar a lo que la sociedad y la necesidad le
dicta, no porque sea más fácil soportar a un marido o porque sea más simple
trabajar, sino porque es lo que marca la cultura, a lo que se está acostumbrado
y da miedo dejar.
Así que no creo que
las mujeres con o sin dinero, pero en especial las burguesas, no decidan salir
del núcleo familiar cuando las cosas no están bien y están atadas
económicamente, por una conciencia real de avaricia, sino creo que es más por
los preceptos morales y sociales que nos marcan cómo y qué debemos hacer los
hombres y las mujeres.[1]
No hay comentarios:
Publicar un comentario