lunes, 18 de noviembre de 2013

La rutina en el hogar ¿qué nos da?

Día 365+251
Comentando lo que me despierta la lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.




Seguramente si le preguntamos a una ama de casa, o amo (que hay pocos pero los hay), si la jornada laboral en ella es fácil nos contestarán que no, que es repetitiva, cansada, inagotable; que cuando creen que ya han acabado, de nuevo se encuentran con trastes sucios, ropa para lavar, polvo que sacudir, hacer la comida para el otro día, etc. Y no es difícil imaginarlo porque todos hemos tenido la oportunidad, en pequeña o grande, de estar en la rutina hogareña, en unas vacaciones, convalecencia, etc.  



“[…] cuando el hombre regresa por la tarde a su casa, ya está anclado en la tierra; gracias a la mujer, está asegurada la continuidad de los dúas; cualquiera que sean los azares que afronte en el mundo exterior, ella garantiza la repetición de las comidas, de los sueños; ella repara todo cuanto la actividad destruye o gasta: prepara los alimentos del trabajador fatigado, lo cuida si está enfermo, remienda, lava. […] (p.180)



Pero las rutinas no siempre son desagradables o catastróficas; la rutina nos da también seguridad, estabilidad y tranquilidad, que es lo que podemos notar en la anterior cita, por ello creo que cuando el hijo, el marido o la esposa llegan a casa y encuentran hecho lo que es parte de la rutina, tendidas las camas, hecha la comida, la ropa limpia, etc. Se sienten anclados a la tierra, con una base firme y segura. ¿Quiénes no deseamos esto? Yo creo que la mayoría. Así que tendremos que pensar cómo lograrlo aunque no haya alguien todo el día en el hogar, y evitando la “esclavitud”, en especial, de las mujeres; es bueno aclarar que este ambiente de estabilidad no se respira en todos los hogares, aunque haya ama o amo de casa ¿verdad?[1]








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