viernes, 23 de marzo de 2012

Sobre las variantes del tedio.



Día10

Lectura: Herta Müller: Todo lo que tengo lo llevo conmigo. Madrid, Santillana Ediciones Generales (Punto de Lectura), 2011. Segundo

Creemos que vivir en una ciudad como la nuestra, en donde siempre está en movimiento, donde siempre hay algo por hacer, por aprender, no deberíamos de tener tiempo para desperdiciar. Pero curiosamente no sabemos qué hacer con nuestro tiempo libre. Tal vez por esto algunas personas no les gustan tener vacaciones, porque no hacen nada. Se cae en un estado del tedio. ¿No será que esto también pasa en aquellos que ni estudian ni trabajan? ¿El tedio se experimenta individualmente o también en grupo? ¿Puede haber un tedio colectivo? En definitiva, sí. Un grupo laboral, una familia pequeña o grande, unos novios, toda una pueblo, etc.
¿Qué entendemos por tedio? La Real Academia Española (http://buscon.rae.es/draeI/SrvltGUIBusUsual?TIPO_HTML=2&LEMA=tedio) la define como un aburrimiento extremo o un estado de ánimo del que soporta algo o alguien que no le interesa, causando un fuerte rechazo o desagrado, un gran pesar. ¿Cómo puede ser que lleguemos a sentirnos así, si cuando tenemos tiempo para hacer lo que queremos no lo hacemos? ¿Puede ser que la rutina nos lleve a este aburrimiento?. El “no poder” hacer nada más que aquello que no nos gusta, nos lleva al tedio. Me imagino que todos lo hemos experimentado. La sensación es desesperante, una sensación de vacío, de vivir sin un sentido. Si uno está obligado, esclavizado, como nuestro personaje, el tedio es inevitable:

“Entre los hombres existe el tedio de las presiones disimuladas en medio de sus gruñones juegos de naipes sin el menor asomo de pasión. Con buenas cartas hay que desear, pero los hombres interrumpen el juego antes de que haya un ganador o un perdedor. Y entre las mujeres existe el tedio del canto, sus canciones nostálgicas al despiojarse […] Existe el tedio de las conversaciones desperdiciadas, por no decir ocasiones. Por un deseo sencillo de gastan muchas palabras, y quizá ninguna perdure […]” (p.183)

Con esta última frase se me vino a la mente aquellas madres que duran horas afuera de las escuelas de sus hijos, con pláticas infructíferas, perdiendo el tiempo. El tiempo del tedio es lento porque es inútil, sin un fin. En un campo de concentración no hay esperanzas de un fin, solo hambre. Pero ¿qué pasa con nosotros, tampoco tenemos un fin? No lo creo. Es por ello que “El tedio es la paciencia del miedo.[…]” (p.187) En el fondo este lento andar del tiempo, siempre esconde algo, siempre oculta al miedo.
Cuando no tenemos un fin, tenemos miedo a lo vacío y sólo llegamos al tedio. Hacemos lo que no nos gusta porque nos da miedo decidirnos por lo que sí. Es una tragedia no poder hacer lo que uno quiere porque uno no es dueño de si mismo, como en el libro. Pero cuando se tiene “todo” para lograr lo que uno quiere, no nos que más, parecería, que disfrazarlo diciendo que es la ya famosa: depresión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario