Día10
Lectura: Herta
Müller: Todo lo que tengo lo llevo conmigo. Madrid, Santillana Ediciones
Generales (Punto de Lectura), 2011. Segundo
Creemos
que vivir en una ciudad como la nuestra, en donde siempre está en movimiento, donde
siempre hay algo por hacer, por aprender, no deberíamos de tener tiempo para
desperdiciar. Pero curiosamente no sabemos qué hacer con nuestro tiempo libre.
Tal vez por esto algunas personas no les gustan tener vacaciones, porque no
hacen nada. Se cae en un estado del tedio. ¿No será que esto también pasa en
aquellos que ni estudian ni trabajan? ¿El tedio se experimenta individualmente
o también en grupo? ¿Puede haber un tedio colectivo? En definitiva, sí. Un
grupo laboral, una familia pequeña o grande, unos novios, toda una pueblo, etc.
¿Qué
entendemos por tedio? La Real Academia Española (http://buscon.rae.es/draeI/SrvltGUIBusUsual?TIPO_HTML=2&LEMA=tedio)
la define como un aburrimiento extremo o un estado de ánimo del que soporta
algo o alguien que no le interesa, causando un fuerte rechazo o desagrado, un
gran pesar. ¿Cómo puede ser que lleguemos a sentirnos así, si cuando tenemos tiempo
para hacer lo que queremos no lo hacemos? ¿Puede ser que la rutina nos lleve a
este aburrimiento?. El “no poder” hacer nada más que aquello que no nos gusta,
nos lleva al tedio. Me imagino que todos lo hemos experimentado. La sensación es
desesperante, una sensación de vacío, de vivir sin un sentido. Si uno está
obligado, esclavizado, como nuestro personaje, el tedio es inevitable:
“Entre
los hombres existe el tedio de las presiones disimuladas en medio de sus gruñones
juegos de naipes sin el menor asomo de pasión. Con buenas cartas hay que
desear, pero los hombres interrumpen el juego antes de que haya un ganador o un
perdedor. Y entre las mujeres existe el tedio del canto, sus canciones
nostálgicas al despiojarse […] Existe el tedio de las conversaciones
desperdiciadas, por no decir ocasiones. Por un deseo sencillo de gastan muchas
palabras, y quizá ninguna perdure […]” (p.183)
Con
esta última frase se me vino a la mente aquellas madres que duran horas afuera
de las escuelas de sus hijos, con pláticas infructíferas, perdiendo el tiempo. El
tiempo del tedio es lento porque es inútil, sin un fin. En un campo de
concentración no hay esperanzas de un fin, solo hambre. Pero ¿qué pasa con nosotros,
tampoco tenemos un fin? No lo creo. Es por ello que “El tedio es la paciencia
del miedo.[…]” (p.187) En el fondo este lento andar del tiempo, siempre esconde
algo, siempre oculta al miedo.
Cuando
no tenemos un fin, tenemos miedo a lo vacío y sólo llegamos al tedio. Hacemos
lo que no nos gusta porque nos da miedo decidirnos por lo que sí. Es una tragedia
no poder hacer lo que uno quiere porque uno no es dueño de si mismo, como en el
libro. Pero cuando se tiene “todo” para lograr lo que uno quiere, no nos que
más, parecería, que disfrazarlo diciendo que es la ya famosa: depresión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario