martes, 8 de mayo de 2012

Yo confieso que he huido ¿y tú?


Día 56

Lectura: Flores Olea, Víctor: Tres historias de mujer. México, FCE, 1998.

Que contradicción, cuando uno es muy joven tiene inquietudes y temores pero no experiencias, a comparación de la madurez, que nos llevan a tomar decisiones precipitadas que no siempre son las mejores. Se tiene la valentía y agallas para llevarlos a cabo, pero no una visión analítica. Aún así, nos aventamos a la vida sin seguro de vida, equipaje o botiquín. Salimos como caballos despotrados a “vivir” como mejor creemos. Pero no nos damos cuenta que en realidad buscamos al, ¿qué? sólo cada uno lo sabe:

“Al cumplir los dieciocho años, Lorenza, con el beneplácito y la ayuda económica de sus padres, decidió ir a Boston a estudiar idiomas y “comunicación visual”. Era una escapatoria y quería ser también un encuentro, un hallazgo. Resultaba la falsa fuga de un medio reducido y asfixiante, y el posible comienzo de una carrera agitada en persecución de sí misma, para encontrar y desenterrar su filiación extraviada, aun a costa de otras emociones, de otras razones.”(p.129)

Lorenza actúa así, de una forma irreflexiva, motivada por las emociones encontradas que la persiguen al saberse adoptada. Pero ¿cuántos de nosotros no llegamos a actuar así? O ¿seguimos actuando así? Movidos por el odio, el rencor, la pérdida, el dolor. Una persona que huye de X situación está destinada al fracaso. No porque yo sea una pesimista, sino porque al ser movido sólo por los sentimientos, y no en parte por la razón, no medimos el alcance que nuestras decisiones. Creemos que hacemos lo correcto, siendo lo contrario, lo que menos con conviene, lo que más nos afectará.

Cambiar de “aires” no es lo mismo que cambiar de vida. No confundamos el tomarnos un tiempo para pensar, reflexionar, tomar distancia de los problemas y preocupaciones del momento, con correr de nosotros mismos, porque inevitablemente nos encontraremos con una pared que nos pega en la cara, al darnos cuenta de que lo que “buscamos” no está afuera sino adentro y que el cambio no es de lugar, sino interno. Qué fácil es echarle la culpa al ambiente, el clima, los parientes, la economía, etc. Y qué difícil es conocernos para aceptar que nuestra vida sólo depende de nosotros, que son nuestros errores, nuestros triunfos, nuestros problemas y no de los demás.
Yo confieso ante ustedes lectores de blog que he huido, como seguramente algunos de ustedes lo han hecho, de mis problemas. Pero orgullosamente reconozco también que me estoy encontrando.




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