Día 56
Lectura:
Flores Olea, Víctor: Tres historias de mujer. México, FCE, 1998.
Que
contradicción, cuando uno es muy joven tiene inquietudes y temores pero no
experiencias, a comparación de la madurez, que nos llevan a tomar decisiones
precipitadas que no siempre son las mejores. Se tiene la valentía y agallas
para llevarlos a cabo, pero no una visión analítica. Aún así, nos aventamos a
la vida sin seguro de vida, equipaje o botiquín. Salimos como caballos
despotrados a “vivir” como mejor creemos. Pero no nos damos cuenta que en realidad
buscamos al, ¿qué? sólo cada uno lo sabe:
“Al
cumplir los dieciocho años, Lorenza, con el beneplácito y la ayuda económica de
sus padres, decidió ir a Boston a estudiar idiomas y “comunicación visual”. Era
una escapatoria y quería ser también un encuentro, un hallazgo. Resultaba la
falsa fuga de un medio reducido y asfixiante, y el posible comienzo de una
carrera agitada en persecución de sí misma, para encontrar y desenterrar su
filiación extraviada, aun a costa de otras emociones, de otras razones.”(p.129)
Lorenza
actúa así, de una forma irreflexiva, motivada por las emociones encontradas que
la persiguen al saberse adoptada. Pero ¿cuántos de nosotros no llegamos a
actuar así? O ¿seguimos actuando así? Movidos por el odio, el rencor, la
pérdida, el dolor. Una persona que huye de X situación está destinada al
fracaso. No porque yo sea una pesimista, sino porque al ser movido sólo por los
sentimientos, y no en parte por la razón, no medimos el alcance que nuestras
decisiones. Creemos que hacemos lo correcto, siendo lo contrario, lo que menos
con conviene, lo que más nos afectará.
Cambiar
de “aires” no es lo mismo que cambiar de vida. No confundamos el tomarnos un
tiempo para pensar, reflexionar, tomar distancia de los problemas y
preocupaciones del momento, con correr de nosotros mismos, porque
inevitablemente nos encontraremos con una pared que nos pega en la cara, al
darnos cuenta de que lo que “buscamos” no está afuera sino adentro y que el
cambio no es de lugar, sino interno. Qué fácil es echarle la culpa al ambiente,
el clima, los parientes, la economía, etc. Y qué difícil es conocernos para
aceptar que nuestra vida sólo depende de nosotros, que son nuestros errores,
nuestros triunfos, nuestros problemas y no de los demás.
Yo
confieso ante ustedes lectores de blog que he huido, como seguramente algunos
de ustedes lo han hecho, de mis problemas. Pero orgullosamente reconozco también
que me estoy encontrando.
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