viernes, 22 de junio de 2012

Predicar con el ejemplo


Día 101

Comentando lo que me despierta la lectura de:
 Fuentes, Carlos: Las buenas conciencias. México,
Planeta DeAngostini (Colección Carlos Fuentes), 2002.


Ahora que estoy recordando momento de mi adolescencia, con ésta lectura, trato de pensar cómo me sentía en esos tiempos. No quisiera olvidarlos totalmente porque el día de mañana veré a un adolescente en mi casa. Como he comentado es una época complicada ¿o no? Porque a uno se le abre el mundo, lo explora por primera vez sólo, y uno siente que es poseedor de la verdad absoluta. Es como si nuestra mente y cuerpo no nos dejara pensar y ver que otras personas, más grande que nosotros por supuesto, han pasado por la misma etapa, con los mismos o muy parecidos cambios, preocupaciones, sentimientos, experiencias. Sentimos que sólo nosotros vivimos lo que estamos viviendo y que no somos comprendidos.

 “[…]Porque ya casi eres un hombre, ¿verdad, y los hombres están expuestos a muchos peligros. Tu tío y yo queremos evitarte el dolor. Queremos prevenirte con nuestra experiencia.[…]” (p. 134)


Tal vez ese sea uno de los grandes errores, creer que al decir las consecuencias de X actos, y que en muchos casos son más que lógicas, los padres o tutores creen que están haciendo todo lo que deben hacer para educar. Pero dice el dicho: “nadie escarmienta en cabeza ajena”. No digo que siempre sea un error esta actitud, pero tampoco creo que uno deba experimentar todo para entender y conocer. Por ejemplo, no necesito robar para darme cuenta que no lo deseo hacerlo.

No es lo mismo aconsejar que imponer, ni decir que hacer. La mejor guía es el actuar mismo. Predicar con el ejemplo. Suena fácil, pero requiere un gran esfuerzo; que bien podemos empezar con acciones pequeñas, como el que si va el casero por la renta, no mandar a decirle, con el hij@, que no estamos, la típica situación, ¿no?














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