Día 165
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Huxley, Aldous: Un mundo feliz. Madrid, El mundo (Millenium), 1999.
Huxley, Aldous: Un mundo feliz. Madrid, El mundo (Millenium), 1999.
Entre los
sentimientos que podemos llegar a experimentar con relación a los demás son:
los celos[1].
Seguramente al leer esta palabra lo asociaste con novios, esposos, amantes…
pero no sólo sienten celos los enamorados, también entre amigos, compadres,
hermanos, primos, etc.
“[…]Helmholtz y el Salvaje hicieron buenas migas
inmediatamente. Y con tal cordialidad que Bernard sintió el mordisco de los
celos. En todas aquellas semanas no había logrado intimar con el Salvaje tanto
como lo logró Helmholtz inmediatamente. Mirándoles, oyéndoles hablar, más de
una vez deseó no haberles presentado. Sus celos le avergonzaban y hacía
esfuerzos y tomaba soma para librarse de ellos. Pero sus esfuerzos resultaban
inútiles; y las vacaciones de soma tenían sus intervalos inevitables. El
odioso sentimiento volvía a él una y otra vez”(p.205)
A mí sí me ha pasado,
y seguramente también a ti, que tengo una amig@ con quien me identifico más que
con otros, en todos los aspectos: platicamos, nos divertimos, compartimos aficiones,
secretos y hasta enojos, y por cuestiones de la vida nos separamos, y de pronto
ya tiene otro u otros amigos, entonces uno ya no es el centro de atracción. Lo
que se provoca inevitable en ese momento es una ráfaga de celos, como le pasa al
personaje en esta obra, que nos hacen sentir un remolino de emociones. ¿Para
qué sirven los celos? ¿Por qué los sentimos? Si alguien lo sabe, que me lo
explique.[2]
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