Día 242
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Kundera, Milan: La insoportable levedad del ser, Barcelona,
RBA editores (Trad. Fernando de Valenzuela), 1993.
Kundera, Milan: La insoportable levedad del ser, Barcelona,
RBA editores (Trad. Fernando de Valenzuela), 1993.
Recurrir al
significado de las palabras para entender todo su sentido es fundamental,
porque al no realizar una consulta en el momento adecuado de la palabra en
duda, puede llevarnos a erróneas interpretaciones. Este es el caso de la palabra
levedad, que significa ligereza de las cosas[1].
Lo que se le opone, su antónimo, sería lo pesado. Teniendo claro a qué nos
referimos, cuando hablamos de levedad, podré darme mejor a entender y entender
la intención del autor.
Todo esto viene a
partir de las primeras páginas del texto que ahora me ocupa. Ayer hablaba de la
ideal del eterno retorno y trayéndolo a colación, podemos decir que el pensar
en un mundo así, es algo que se vuelve difícil, pesado, porque conllevar
responsabilidad, es una terrible carga, se vuelve algo pesado.
“Entonces, ¿qué hemos
de elegir? ¿el peso o la levedad? (p.9)
Responder a esta
cuestión, no es tema que ahora pueda resolver porque por un lado sí creo que la
idea de que los seres humanos sintamos una necesidad por reflexionar sobre lo
que pasa; si pensamos en la idea del eterno retorno, se convierte en una gran
carga que creo que no deja de ser necesario; pero si pensamos en lo contrario,
la ligereza, nos lleva a no tener los pies en la tierra, a estar en las alturas.
Para tratar de ser más clara, creo que al sentirnos pesados nos apegamos
también más a nuestro ahora, nuestra realidad. Pero la verdad no es algo en lo
cual esté totalmente convencida. [2]
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