Día 243
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Kundera, Milan: La insoportable levedad del ser, Barcelona,
RBA editores (Trad. Fernando de Valenzuela), 1993.
Kundera, Milan: La insoportable levedad del ser, Barcelona,
RBA editores (Trad. Fernando de Valenzuela), 1993.
Cada instante de
nuestras vidas están llenos de momentos que decidimos o no, porque no todo lo
vivido es parte de una elección, o ¿sí? Tal vez sí sea así, porque si pienso en
algo que sea común, ir al trabajo o la escuela, bien podríamos tomar una ruta
distinta a la habitual pero decidimos no hacerlo; no creo que sea consciente
toda decisión, y tampoco creo que lo rutinario sea siempre lo conveniente, lo
mejor. Pero así como hay momento que decidimos, aunque sea de manera no tan
claramente lo que quisiéramos, también hay momentos en donde no sabemos que elegir:
“Se enfadó consigo mismo,
pero luego se le ocurrió que en realidad era bastante natural que no supiera
qué quería:
El hombre nunca puede
saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla
con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores.” (p.12)
¿Por qué dudamos, en
algunas ocasiones, tanto sobre lo que queremos? A mí me pasa constantemente en
mi vida: no sé si quiero o no, si es lo correcto o no, si es lo mejor o no,
etc. Es como si la semilla de la duda, de la indecisión, estuviera en mí ser.
Tal vez sí sea normal el no saberlo. Como sea, decidiendo o no, sabiendo o no,
vivimos, por obra de quién sabe quien, pero lo hacemos porque la vida misma no
nos espera ella sigue estemos listo no.[1]
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