Día 266
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Kundera, Milan: La insoportable levedad del ser, Barcelona,
RBA editores (Trad. Fernando de Valenzuela), 1993.
Kundera, Milan: La insoportable levedad del ser, Barcelona,
RBA editores (Trad. Fernando de Valenzuela), 1993.
Existen una gran cantidad
de estudios, a lo largo de los siglos, sobre la dicotomía entre el cuerpo y el
alma. Así que en el plano de la teoría podemos tener mucho que estudiar y
tratar de tomar una postura respecto a dicho tema. Pero en el plano práctico
¿qué pasa? ¿Podemos darnos cuenta de esto?
“Y si las distintas
partes de su cuerpo empezasen a aumentar y disminuir de tamaño hasta que Teresa
dejase por completo de parecerse a sí misma, ¿seguiría siendo ella misma, seguiría
siendo Teresa?
Claro. Aunque Teresa
no se pareciese en nada a Teresa, su alma, dentro, seguiría siendo la misma y
lo único que ocurriría es que observaría con asombro lo que le pasaba al
cuerpo.” (p.140)
A lo mejor has sentido esta experiencia, que acabas de
leer en la cita, en algún momento de tu vida. Bueno, todos lo hemos vivido con
el sólo hecho pasar de ser niños a jóvenes, de jóvenes a adultos y de adultos a
ancianos. Yo trato de pensar en mí cuando sólo tenía 10 años y en muchos aspectos,
lo que recuerdo, me identifico plenamente conmigo misma, pero en el plano
físico no tanto. Soy la misma, pero sí he cambiado por fuera y también por
dentro. Lo reconozco, lo noto, pero no siempre se digiere. Imagina a alguien
que siendo joven le gustaba como se veía físicamente, y que con el paso de los
años las cosas cambien; seguramente al verse al espejo no se gustará ya no
siendo joven como antes, ¿crees que se aferraría a la juventud? Definitivamente
sí. ¿No se supone que deberíamos “sentir” que nuestro cuerpo y alma están
unidas? Yo no siempre lo he sentido así, ¿y tú?[1]
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