lunes, 29 de abril de 2013

Obligados a corregir a nuestros hijos


Día 365+47
Comentando lo que me despierta la lectura de:
 Piera, Gustavo: La travesía. 18 claves para llegar a buen puerto. Barcelona, Alienta Editorial, 2006.


Seguramente te ha tocado oír, como a mí, a padres que cuando ven que sus hijos están de intranquilos, por ejemplo en alguna tienda, agarrando todo, les dice: “deja ahí porque te va a regañar el policía” –o la señora, o el joven o el maestro-. Me pregunto ¿por qué otro tiene que hacerlo? ¿Acaso no está ahí el padre, madre o tutor para hacerlo? ¿Por qué quieren que otros sean los “malos”? Siento que es porque la mayoría no saben cómo corregir en el momento a los hijos, y aunque como padres es nuestra responsabilidad, como dice la autora de este libro, es más sencillo pasarla a un tercero, ajeno a la familia, que difícilmente le dirá al padre “yo por qué, hágalo usted”.



“[…] El modo como corregimos puede llevar al niño a crecer seguro, confiado y positivo, o devaluado, resentido y lastimado. Si como adultos aprendemos a corregir de manera respetuosa, el hijo crece con su autoestima intacta, pues sabe que, aunque a veces hace cosas incorrectas y se equivoca, de todas formas en querido y aceptado.[…]” (p. 201)



Considero que la forma respetuosa de corregir a un niño, es la misma que nos hubiera gustado que nos aplicaran a nosotros cuando éramos pequeños, aquellas en donde no nos sintiéramos mal, lastimados u ofendidos. Pienso, por ejemplo, si cuando era pequeña e interrumpía una conversación entre adultos, me sentía muy lastimada si me decían en todo fuerte y con cara mal humorada: “¿Quién te pidió tu opinión? ¡Cállate!” ¿No crees que esto lastime a cualquiera? ¿Cómo te sentirías tú? Pues igual se sienten nuestros hijos. Insisto en que creo que muchas de las respuestas están dentro de nosotros, en nuestro sentido común, valores e ideas.[1]









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