viernes, 14 de junio de 2013

Embrujado para actuar

Día 365+93
Comentando lo que me despierta la lectura de:
Dostoievski, Fedor: El Jugador. (Traducción del Ruso: José Jaín Entralgo) España, Biblioteca Básica Salvat, 1969.



Lo que hacemos con nuestra vida, y en la vida misma con los demás, tiene que ser un acto libre pero a la vez asumiendo las consecuencias de dichos actos. Para ello debemos ser conscientes de lo que realizamos y estar atentos a no regarla, como diríamos coloquialmente. Pero ¿qué pasa cuando no es así? ¿Cuándo le echamos la culpa a los demás de todo lo que nos pasa?


“[…] Polina me había tratado con tanta crueldad, empujándome ella misma a tan estúpido camino, que sentía vivísimos deseos de llevar las cosas adelante hasta el punto, que ella misma me pidiese que me detuviera. Mi chiquillada podía acabar por comprometerla. […]” (p.63)


Caso típico donde el enamorado, que no es correspondido, hace una serie de tonterías para llamar la atención,  como muchos que están enamorados, pero en el momento en que las cosas no resultan como las tenía pensadas, entonces le echa la culpa a la otra persona de lo que realmente él hizo.  


Cuando leí esta parte del texto, me fue inevitable soltar una sonrisa porque, como les comenté anteriormente, es común escuchar a alguien que se escusa de sus actos apelando a que tenía algo así como un embrujo que no le permitió actuar libre, justificación bastante tonta diría yo.[1]











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