Día 365+126
Comentando lo que me despierta la lectura de:
Muñoz Molina, Antonio: El dueño del Secreto. España,
Espasa Calpe, 1999.
Muñoz Molina, Antonio: El dueño del Secreto. España,
Espasa Calpe, 1999.
Vivir
en una ciudad donde la mayoría de las personas viven a un ritmo acelerado,
ajetreo constante, sin descanso y saturación de actividades, nos mete, en
muchas ocasiones, también a ese ritmo, que no siempre es el mejor; aunque hay
personas que aseguran que no se sientes “felices” si no están a ese ritmo
constante, pero la pregunta que podemos hacernos, si estamos en este ambiente, es:
¿Qué pasa, por ejemplo, cuando tenemos que esperar para entrar a un consulta y
nos enfrentamos un largo tiempo de inactividad? ¿Cómo nos sentimos al no hacer
“nada”?
“Permanecí sentada en ella exactamente tres horas menos
cuatro, con las rodillas juntas y los codos apoyados en los muslos y
mirando tontamente al vacío, o las
cortinas algo sucias de la ventana, en una actitud como de velatorio, de tiempo
lento o muerto que no acaba nunca. […]" (p. 35)
El
tiempo en que se cree que no se hace nada es uno de los peores terrores para
los citadinos, porque curiosamente se tiene la idea de que es indeseado y un
desperdicio, aunque en el fondo el
verdadero problema es que no se sabe qué hacer con él. Las personas que evitan
estar sin hacer nada es porque en el fondo, o por lo menos es lo que he
escuchado en algunos programas de televisión y radio (que no recuerdo el
nombre), no se enfrentan con sus temores y en especial con la soledad.
El
tiempo libre es uno de los mejores pretextos, que nos debemos procurar más,
para tener la oportunidad de meditar, respirar y tratar de estar en paz. ¿Cómo
ves?[1]
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