Día 365+127
Comentando lo que me despierta la lectura de:
Muñoz Molina, Antonio: El dueño del Secreto. España,
Espasa Calpe, 1999.
Muñoz Molina, Antonio: El dueño del Secreto. España,
Espasa Calpe, 1999.
¿Será
que el tomar una buena bebida, en especial vino, es una de las cosas más
agradables que podemos vivir? Yo no me considero catadora, ni mucho menos
conocedora, sobre vinos y licores, pero sé que hay a personas que esto les
provoca un gran placer, porque dicen que no es lo mismo tomar uno que otra, que
la sensación ante el paladar es especial.
“De modo que aquella noche no sólo conocí la emoción de
viajar en taxi, el cocido de Lhardy, la proximidad de los ricos, el vino de la
Rioja, lo puros Rey del Mundo y el
coñac francés: también probé por primera vez el whisky de malta, que tantas
ocasiones de recóndita y bien administrada felicidad me sigue procurando en la
vida, las pocas veces en que me puedo permitir la adquisición de una botella. […]"
(p. 54)
Me
imagino que aquellas personas que disfrutan mucho de un buen vino (si alguien
sabe de esto les suplico que me recomienden uno que esté al alcance de un
bolsillo de clase media) le darán la total y absoluta razón a la anterior cita,
pero para aquellos que nos proclamamos ignorantes ante el tema tendremos que
probar para saber si esto es vedad, mentira o sólo un mito. Claro está que aquí
no hablo de aquellas personas que toman
lo que sea para sólo emborracharse, sino de los que disfrutan de una buena copa
sin embrutecerse. ¿Tú qué opinas?[1]
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