Día 365+264
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Nacer,
crecer y ser educado en una familia machista es indudablemente aceptar (aunque
sea a punta de golpes y maltratos) que la autoridad máxima en la casa es el
padre. Él es el que tiene el poder total y absoluto no sólo de los bienes
materiales sino de la esposa y los hijos, todas las decisiones dependen de él y
la madre tiene que acatar todo lo que el señor dispone. Esto no es algo que yo
invento, ni la escritura de este libro, sino que es algo que podemos constatar
constantemente con algunas personas que tuvieron una familia con este patrón,
que si lo pensamos bien no sólo es exclusivo de algunos, sino que todos los
mexicanos estamos trastocados por dicho patrón aún en mayor o menor medida.
“[…] es sobre
todo a los varones a quienes se les niegan, poco a poco, besos y caricias […]” (p.210)
Recuerdo
que hace poco, en una reunión con amigos, algunos de ellos platicaban de la
nula expresividad que tenían sus padre con ellos cuando niños; el padre se
presentaba lejano, poco cariñoso, inexpresivo de sus sentimientos, porque los
hombres “deben” ser así, y los hijos sentían ese rechazo, esa falta de calor
paternal como una patada de mula. Todos, al contarlo, se les notaba un dolor en
el alma por la ausencia del amor paternal, que en algunos casos fue dado por la
madre, pero que en otros ni por ella.
Por
desgracia, ante la angustian de la soledad, que todas las personas
experimentamos en especial en nuestra niñez, el machismo al no dejar que el
hijo en especial, reciba caricias y palabras de amor, sino que además de
negárselas le prohíbe que exprese su propio sentir con frases como: los hombre
no lloran, no se quejan, no son maricas, etc. Por suerte muchos padres y madres rompieron o están
rompiendo con dicho patrón, y todos aquellos que fueron atrapados por el,
pueden buscar ayuda para curar dichas heridas.[1]
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