jueves, 15 de marzo de 2012

Armuelle


 Día 2

Lectura: Herta Müller: Todo lo que tengo lo llevo conmigo. Madrid, Santillana Ediciones Generales (Punto de Lectura), 2011. Segundo capítulo: Armuelle.

Los Armuelles son hierbas tipo espinacas silvestres. Podría sonar un platillo no muy apetitoso, pero cuando el hambre es fuerte, cualquier alimento es bueno. Si alguna vez has pasado hambre, aunque sea un poco, me darás la razón. Dicen algunas personas que puedes dejar algunas necesidades básicas, pero de que el hambre, la sed o el agotamiento caen en algún momento, caen. Como seres humanos que somos, los necesitamos para vivir, pero en muchos casos es para sobrevivir. Pienso que esta la diferencia entre ser pobre y ser rico. Los ricos pueden comer manjares completos, pero los pobres con un plato de frijoles se conforman, como diría mi abuelita. No es que se conformen, sino que no queda de otra: 
“Qué decir del hambre crónica… Se puede afirmar que existe un hambre que te hace enfermar de hambre. Que añade más hambre a la que ya padeces. El hambre siempre renovada que crece insaciable y salta al interior del hambre eternamente vieja, reprimida con esfuerzo. Cómo vas a correr mundo cuando lo único que sabes decir de ti mismo es que tienes hambre. Cuando no puedes pensar en nada más. “(p.27)
Pienso en aquellas familias que están compuestas por más de cuatro integrantes, un número pequeño para la mayoría de las familias de nuestras abuelitas que como mínimo eran seis.  Quién no recuerda la frase: donde comen dos, comen tres. Pero siendo pobre, esto sólo aplica parcialmente. En la novela, como en la vida real, la guerra orilla a cualquiera a padecer hambre, pero ¿cómo es que no estando en tiempos de guerra, algunos mexicanos tienen hambre? Suena inaudito, pero es la realidad. Es verdad, con hambre no se puede andar en el mundo, sólo se piensa en eso; no se estudia, no se conoce, no se aprende, no se obedece, no se es sano… No es necesario estar en una situación extrema para comprenderlo. Sólo imagino momentos en donde por cualquier motivo, llego a casa y no hay que comer. Uno va a la tienda y todo lo queremos llevar. Comprar en ese momento es de lo peor que uno puede hacer, porque todo se antoja, todo se quiere. Si un pobre roba por hambre, es comprensible. Uno se vuelve bestia teniendo hambre. No funcionamos. Dicen que uno puede decidir dejar de comer, pero también sabemos que el resultado será la muerte. Es inevitable. En estos tiempos ningún ser vivo debería pasar hambre.  Cuando escucho en el radio que hay zonas en pobreza extrema, sólo puedo imaginar una escena similar a la de esta novela: se come lo que se puede. Y si añadimos a esto ciertas condiciones insalubres en que estamos, el riesgo de supervivencia se hace menor. Las enfermedades son constantes.
Cuando estaba niña recuerdo que la enfermedad de “moda” era el cólera. En todos los medios de comunicación hablaban de eso, y a partir de ahí, ya no me dejaban tomar esa rica agua de la llave del baño, haaaaa¡¡¡¡ refrescante. Y parece que el tema de “moda” en este 2012 son los piojos.  He de confesar que yo los padecí; muchos escuelas (de paga y de gobierno por igual) tiene alarma de pijos, y me he enterado de varios adultos de las padecen. Así que si alguien te dice que se cortó el cabello por moda, a lo mejor te habla de piojos. Y los piojos también tienen hambre. Mucha hambre:
“Hiciera una frío de muerte o un calor abrasador, pasábamos tardes enteras en posición de firmes. Sólo los piojos podían moverse sobre nosotros. Durante el interminable recuento podían chupar hasta reventar y desfilar por nuestra carne miserable, arrastrarse durante horas desde nuestra cabeza hasta el vello púbico.”(p. 29)
La imagen puede sonar muy graciosa, pero para todos aquellos que han tenido piojos, sabemos que es algo terrible, dan ganas de arrancarse el cráneo. Pero en un campo de concentración  los piojos no son lo peor. El sólo hecho de pensar que  “Cada uno tenía que recordar su número día y noche y saber que éramos un simple número y no personas con nombre y apellido.”(p.31) me hace sentir lo trágico del momento. El ser cosificado, un número  más  de identidad en un campo de concentración o en una ciudad,  es sólo  resultado de la opresión a los más vulnerables, en donde el hambre no es, ni nunca será  una opción, es un delito.




6 comentarios:

  1. ¡Muchas felicidades por esta nueva aventura! Seguiré tu blog religiosamente.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias Ana. Un gran reto personal de constancia. Estaremos cumpliendo aunque sea un minuto antes de que acabe el día para publicar jejejeje. Saludosss

    ResponderEliminar
  3. hola Ruth, quiero felicitarte por tu Blog, esta muy padre, es interesante y esto denota lo creativa que eres. Ademas quiero agradecerte porque hoy he aprendido dos nuevas palabras: armuelles y cosificar, ahora ya se su significado. Estaré visitándote por aqui gustosa de seguir aprendiendo todo lo que nos compartes a traves de este tu blog. Un abrazo!!

    ResponderEliminar
  4. Gracias Bertha¡¡¡ Espero tenerte de vuelta por aquí. Compartiendo mi reto de lectura. Gracias por el comentario. :-)

    ResponderEliminar
  5. Este mundo cada día más desigual con su globalización como estandarte, lo único que me hace pensar que privilegiadas somos por tener que comer, y no solo eso si no escoger y hasta luego darnos el lujo de desperdiciar, es por eso que con esa conciencia que tenemos hay que agradecer que solo esto quede en lecturas y no en realidad en nuestro caso, mientras que en otras no queda más que esa realidad.

    ResponderEliminar
  6. Así es Marlene. Siento que nosotros, las nuevas generaciones (no quiere decir que todos) pero por lo menos a muchos que conozco, tenemos una conciencia de lo que significa no desperdiciar. Estamos adentro del capitalismo, y por lo tanto el consumismo desmedido, pero no todos ya somos así. :-)

    ResponderEliminar