Día 38
Lectura:
Murakami, Haruki: Tokio Blues (Norwegian Wood). (Trad. Lourdes Porta)
México, Tusquets Editores (3a edición), 2011.
México, Tusquets Editores (3a edición), 2011.
Cuando estamos en la edad en
que queremos “echar novio”, como se diría coloquialmente, deseamos sentir,
encontrar alguien que nos guste, nos atraiga. En muchas ocasiones esto está
determinado por lo que hemos aprendido qué es un buen hombre o mujer, o los
ideales del momento de belleza. Con el paso del tiempo, ya en el noviazgo,
podemos ir conociendo mejor a la persona y ver cómo es, cómo se comporta, qué
intenciones tiene, etc. Y a su vez nos conocen a nosotros. Pero el cómo nos
comportemos ante esta situación depende en gran parte de nuestra educación, que
está ligada a su vez con la cultura.
Ahora sólo escribiré sobre la
educación de las mujeres, que no es igual a la de los hombres, ¿cómo era, cómo
es y cómo será? Sobre este tema hay mucho que leer y discutir, cosa que no
terminaríamos rápido. Si no interesa más a fondo, bien podemos leer sobre los
temas de género. Yo lo traigo a colación de un pasaje de mi lectura:
“ –No me juzgues por la apariencia, Watanabe. Es
cierto que la mía es una universidad de niñas bien, pero allí hay muchas chicas
que son buenas personas y tienen una visión seria de la vida.[…]” (p.273)
Esta manera de hablar, las
niñas “bien”, era más común antes cuando las escuelas no eran mixtas. El no
juntar a los hombres con las mujeres para mi tenía un propósitos muy claros: el
que cada sexo aprendiera lo propio del su género y evitar el mayor contacto
posible, en especial físico, para no despertar la sexualidad. Pero creo que más
que servir como “salvación” para las mujeres de algún rufián, que las quisiera
violar, las dejaba vulnerables, ajenas al cómo ser, cómo tratar y ser tratadas:
“-Tú
no entiendes el deseo sexual masculino –le espetó Nagasawa a Hatsumi-. Yo, por
ejemplo, llevo saliendo contigo tres años y, además, he estado costándome todo
el tiempo con otras mujeres. Pero de ésas ni me acuerdo. Ni sé cómo se llaman,
ni recuerdo sus caras. Jamás me acuesto con la misma chica más de una vez. Las conozco,
me acuesto con ellas y me marcho. Nada más. ¿Qué hay de malo en ello? […] -No
se trata de que no me baste contigo sino de algo muy distinto. En mi interior
hay una especie de sed que tengo que saciar. Y, si esto te hiere, lo siento
mucho. Yo soy así. Tengo que vivir con esta sed. Esta ansia define mi vida. No
puedo evitarlo.”(p.277)
Pensemos por un momento en
esta escena, en especial si somos mujeres, y con pareja ¿Cómo nos sentiríamos
ante una confesión de este tipo? ¿Actuaríamos comprensivamente? ¿El “tolerar”
las infidelidades de un patán, nos convierte en personas que actuamos con
visión en la vida? Tal vez para una visión de vida de dominio, de machismo, sí.
En donde el deber de las mujeres es el comprender la naturaleza animalesca de
los hombres.
Actualmente, en una sociedad “igualitaria”
y “abierta” ¿Si los hombres actúan así, tenemos que soportarlo? ¿Las mujeres
reciben aún este tipo de educación? ¿A caso es que el comportamiento aún existe
pero la respuesta femenina ya no es igual? O ¿es algo que no pasa actualmente? Yo
estoy segura que sí, y por partida doble: de hombres a mujeres, de mujeres a
hombres, de hombres a hombres y de mujeres a mujeres. ¿Será que nuestra
naturaleza nos exige vivir en monogamia y la transgredimos? o ¿es sólo una
exigencia absurda de nuestra cultura?
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