viernes, 20 de abril de 2012

La educación de las mujeres ante el engaño


Día 38

Lectura: Murakami, Haruki: Tokio Blues (Norwegian Wood). (Trad. Lourdes Porta) 
México, Tusquets Editores (3a edición), 2011.

Cuando estamos en la edad en que queremos “echar novio”, como se diría coloquialmente, deseamos sentir, encontrar alguien que nos guste, nos atraiga. En muchas ocasiones esto está determinado por lo que hemos aprendido qué es un buen hombre o mujer, o los ideales del momento de belleza. Con el paso del tiempo, ya en el noviazgo, podemos ir conociendo mejor a la persona y ver cómo es, cómo se comporta, qué intenciones tiene, etc. Y a su vez nos conocen a nosotros. Pero el cómo nos comportemos ante esta situación depende en gran parte de nuestra educación, que está ligada a su vez con la cultura.

Ahora sólo escribiré sobre la educación de las mujeres, que no es igual a la de los hombres, ¿cómo era, cómo es y cómo será? Sobre este tema hay mucho que leer y discutir, cosa que no terminaríamos rápido. Si no interesa más a fondo, bien podemos leer sobre los temas de género. Yo lo traigo a colación de un pasaje de mi lectura:

 “ –No me juzgues por la apariencia, Watanabe. Es cierto que la mía es una universidad de niñas bien, pero allí hay muchas chicas que son buenas personas y tienen una visión seria de la vida.[…]” (p.273)

Esta manera de hablar, las niñas “bien”, era más común antes cuando las escuelas no eran mixtas. El no juntar a los hombres con las mujeres para mi tenía un propósitos muy claros: el que cada sexo aprendiera lo propio del su género y evitar el mayor contacto posible, en especial físico, para no despertar la sexualidad. Pero creo que más que servir como “salvación” para las mujeres de algún rufián, que las quisiera violar, las dejaba vulnerables, ajenas al cómo ser, cómo tratar y ser tratadas:

“-Tú no entiendes el deseo sexual masculino –le espetó Nagasawa a Hatsumi-. Yo, por ejemplo, llevo saliendo contigo tres años y, además, he estado costándome todo el tiempo con otras mujeres. Pero de ésas ni me acuerdo. Ni sé cómo se llaman, ni recuerdo sus caras. Jamás me acuesto con la misma chica más de una vez. Las conozco, me acuesto con ellas y me marcho. Nada más. ¿Qué hay de malo en ello? […] -No se trata de que no me baste contigo sino de algo muy distinto. En mi interior hay una especie de sed que tengo que saciar. Y, si esto te hiere, lo siento mucho. Yo soy así. Tengo que vivir con esta sed. Esta ansia define mi vida. No puedo evitarlo.”(p.277)

Pensemos por un momento en esta escena, en especial si somos mujeres, y con pareja ¿Cómo nos sentiríamos ante una confesión de este tipo? ¿Actuaríamos comprensivamente? ¿El “tolerar” las infidelidades de un patán, nos convierte en personas que actuamos con visión en la vida? Tal vez para una visión de vida de dominio, de machismo, sí. En donde el deber de las mujeres es el comprender la naturaleza animalesca de los hombres.

Actualmente, en una sociedad “igualitaria” y “abierta” ¿Si los hombres actúan así, tenemos que soportarlo? ¿Las mujeres reciben aún este tipo de educación? ¿A caso es que el comportamiento aún existe pero la respuesta femenina ya no es igual? O ¿es algo que no pasa actualmente? Yo estoy segura que sí, y por partida doble: de hombres a mujeres, de mujeres a hombres, de hombres a hombres y de mujeres a mujeres. ¿Será que nuestra naturaleza nos exige vivir en monogamia y la transgredimos? o ¿es sólo una exigencia absurda de nuestra cultura?

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