Día 29
Lectura:
Murakami, Haruki: Tokio Blues (Norwegian Wood). (Trad. Lourdes Porta)
México, Tusquets Editores (3a edición), 2011.
México, Tusquets Editores (3a edición), 2011.
Yo apuesto, y siempre lo he
hecho, por la verdad. Creo que la verdad sale, es evidente, deslumbra y que por
más que uno desee no verla, en algún momento se hace presente por si sola. La
mentira es escandalosa pero no clara, turbia confusa, poco agradable. Esto es
lo que le pasó a uno de los personajes de esta novela –como a muchos de
nosotros-:
“[…]
Aquella chica era una mentirosa patológica. Una enferma. Se lo inventaba todo. Y
acababa creyéndose lo que decía. Con tal de cuadrar las historias, iba
cambiando esto y aquello a su antojo. Sin embargo, en cuanto yo pensaba
<<¡Qué extraño! No puede ser>>, ella tenía una inteligencia tan
rápida que me tomaba la delantera, amañaba las cosas sin que me diera cuenta. No
podía creer que todo fuera mentira. Nadie hubiera podido imaginar que una chica
tan guapa mintiera sobre cosas tan insignificantes. Al menos yo no pude. […]Cuando
alguien miente una vez, luego tiene que seguir mintiendo para encubrir esa
primera mentira. A eso lo llaman mitomanía. […]”(p. 168)
Curiosamente cuando una
mentira sale a luz, si uno fue la víctima, es inevitable sentirse utilizado,
maltratado, herido, tomado como tont@. Es una de las sensaciones más
desagradables porque te come las entrañas y no puedes dejar de sentir como el
estómago produce, a su máxima capacidad, jugos gástricos. La bilis es presente
hasta en la saliva. La adrenalina llega a su punto máximo.
Aun así yo no justifico a
aquellas personas que actúan en son de venganza, al descubrir una mentira, pero
reconozco que llega a ser tan desagradable estar involucrado en una, ser
utilizado, que la ira puede inundar nuestra mente, sino somos lo
suficientemente fríos para no dejarnos llevar. Pienso en una típica escena en
donde el espos@ es infiel. Cuando el cónyuge se da cuenta, primero siente como
si le callera una “cubetada de agua helada” y después, casi siempre, hay dos
reacciones posibles, aunque no son la única: Sed de venganza o alejarse de la
persona.
Si tratáramos de ponernos en
el lugar de un mitómano tal ves podríamos entender su actuar. Me imagino que
llega un momento en donde es más fácil mentir a afrontar la verdad. Hacer un
mundo imaginario, paralelo al real, no ha de ser sencillo. Se han de mover una
serie de sentimiento, y no todos agradables, para el mentiroso y los involucrados.
¿Y cuando es descubierto? Cae, como desde la Torre Latinoamericana, todo lo construido.
Aún así es casi seguro que regresará a este pésimo hábito.
Aunque creo que muchos tenemos
algo de mitómanos. Por ejemplo: si una mujer se casa, con un patán, pensando que
cuando esté con ella cambiará, también es una forma de mentir. Al final la
mentira daña más al mentiroso que a los involucrados, porque como dicen:
<<No hay mal dure cien años, ni cuerpo que lo aguante>>.
pues yo creo que todos hemos mentido alguna ves..de echo esparte de la vida en cierta forma todo es una mentira, el gobierno nos miente,las empresas nos mienten y que decir de la televisión y sus productos mágicos, sus tara-novelas etc etc..bueno de echo asta en la escuela nos mienten solo vasta ver los libros de texto de la (SEP)..lo importante es ser sinceros con nosotros mismos y verdad se vera por si sola....saludos prima y cada día me sorprendes mas.
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