miércoles, 23 de mayo de 2012

¿La venganza es dulce?

Día 71                              
Lectura: Flores Olea, Víctor: Tres historias de mujer. México, FCE, 1998.

¿Alguna vez has sentido sed de venganza? Que porque te enseñaron la lengua, que porque la chica del salón no te dejó copiar de su examen, que tu mejor amig@ te bajó a tu novi@, etc.  Esto suena a venganzas infantiles, y lo son. Esta actitud empieza así, con niñerías, pero si pensamos que en la medida que vamos siendo “maduros” también somos más mal intencionados, la actitud se hace peligrosa. No es lo mismo aventar a un compañero a la hora del recreo, porque te hizo alguna maldad, a aventar a alguien con el propósito de que se lesiones una extremidad (caso típico en los juegos de futbol).

“[…] En ese tiempo, que quiso ser un tiempo de terrible venganzas, me sedujo la idea de que nos acompañaras a Nueva York, a Daniel y a mí, pensando que podía propiciarse una trampa diabólica, una maniobra vengativa y cruel que se anidó en mi mente. […]” (p.230)

Locura y sed de venganza van agarrados de la mano, porque en el momento en que actuamos de forma impulsiva, la mente no está siendo analítica, sino que ganan los impulsos, el arrebato. No pensamos, sólo queremos sentirnos vencedores, con poder ante el otro, humillarlo.

Seguramente también te ha pasado que después de un gran o pequeño acto de venganza, la sensación “placentera” que creíamos sentir, no aparece. No sentimos esa gran sensación. Pero, si lo platicamos con alguien de confianza la situación cambia, ahí sí somos capaces de sentirnos grandes. Este gran círculo vicioso en donde uno hace y el otro se venga y a la inversa, es eso: un gran círculo. ¿Cómo salir de ello?


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