domingo, 4 de noviembre de 2012

Entre los vivos y muertos ¿quién es quién?


Día 235
Comentando lo que me despierta la lectura de:
 James, Henry: Otra vuelta de tuerca, Madrid, Unidad Editorial (Millenium, las 100 joyas del milenio), Trad. Domingo Santos, 1999.


Llegando a la mitad de esta interesante y tenebrosa novela, me encuentro con una serie de personajes, empezando por el principal que es la institutriz hasta el dueño ausente de la casa y familia, que son raras, es decir, que presentan actitudes que me ponen en duda si están cuerdos o no, vivos o muertos, porque la línea entre las acciones de alguien coherente y el que no lo es, es prácticamente nula en un ambiente de misterio:


 “[…]El momento se prolongó tanto que se hubiera necesitado muy poco más para que yo empezara a dudar de si estaba viva. […]”(p.61)


Siento que gran parte del libro pretende jugar con este tipo de sensaciones en el lector, como si el escritor estuviera constantemente obligándome a poner atención a cada uno de los instantes, palabra y/o situación. Mi actividad como lector no es aquí pasiva, de sólo receptora, ya que desde el momento en que los personajes no se presentan consistentes a todo momento en su actuar, me hace sentir que siempre hay algo por saber, por descubrir.


Esta sensación la tuve hace varios años con la obra de Juan Rulfo: Pedro Páramo, cuando llegó un momento en la obra que no sabía quién estaba vivo y quién estaba muerto y en donde la trama, de momento parecía tan confusa, que a mi mente le costaba trabajo articular, acomodar y entender la historia. Así que si has leído esta obra que ahora leo, o la que acabo de comentar hace un momento, me comprenderás; pero si no ha sido ninguna de las dos, no puedes dejes de experimentarlo.[1]





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