Día 274
Comentando lo que me
despierta la lectura de:
Kundera, Milan: La insoportable levedad del ser, Barcelona,
RBA editores (Trad. Fernando de Valenzuela), 1993.
Kundera, Milan: La insoportable levedad del ser, Barcelona,
RBA editores (Trad. Fernando de Valenzuela), 1993.
Dicen que recordar es
vivir y la verdad es que así es. ¿Qué sería nuestra corta vida sin bellos
recuerdos? Seguramente nos inundaría todo aquello que se vuelve cotidiano, sin
chiste ni sentido. Pero muchas veces, gracias a los buenos recuerdos podemos
salvar los malos.
“Parece como si
existiera en el cerebro una región totalmente específica, que podría
denominarse memoria poética y que
registrara aquello que nos ha conmovido, encantado, que ha hecho hermosa
nuestra vida. Desde que conocí a Teresa ninguna mujer tenía derecho a imprimir
en esa parte del cerebro ni la más fugaz de las huellas.” (p.209)
Esto que le llama
nuestro autor “memoria poética” es todo aquello, como lo dijo, que nos hace sonreír,
ser felices y también añorar. Aunque me pongo a pensar ¿qué pasaría si esta
memoria ya no se llenara más? ¿Viviríamos en el eterno recuerdo de lo que fue?
Siento que esto es lo que les pasa a muchas personas de la tercera edad, ya
sólo viven de sus recuerdos, queda atrapados en el pasado, pero también muchos veces
gracias a ellos pueden seguir viviendo, aunque para otros se vuelve su propio
martirio.
Recordar es tan bello
y necesario como el comer, pero si nuestra mente se empeña en recordar cosas no
agradables, es mejor voltear para otros lado para callar al masoquista que no
quiere que llenemos nuestra memoria poética.[1]
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