martes, 16 de abril de 2013

Niño, ¿aburrido?


Día 365+34
Comentando lo que me despierta la lectura de:
 Piera, Gustavo: La travesía. 18 claves para llegar a buen puerto. Barcelona, Alienta Editorial, 2006.



¿No te ha pasaba o has visto que cuando se es niño y se tiene muchos juguetes, claro que no en todos los casos, se suele caer en el aburrimiento? Claro que lo he visto, pero no creo que el problema sea la cantidad de juguetes sino el no saber con cuál jugar porque esto conlleva el hacer un acto de elección, que cuando se es chico, no se tiene aún total noción de ello. Se cae en la confusión de que elegir, y por ello se llega al aburrimiento y después de brinca a la apatía.


“[…] Ante tantos juguetes, el niño no puede enfocar su atención, pues se aturde tanto a nivel emocional como mental, su defensa natural es ignorarlo todo. Si cierran sus sentidos y se vuelve apático: nada le gusta y nada le parece atractivo.
Es por esto que los niños que más tienen son los que más se aburren.[…]  La solución no es comprarles cada vez más juguetes. Tampoco es que los padres los entretengan. El niño tiene que aprender a convivir, razón por la cual sí es importante que esté en un ambiente donde trate a niños de distintas edades; pero también tiene que poder estar solo y entretenerse por si mismo. […]”(pp.81-83)



Si la solución no es que tengan más juguetes los niños ¿entonces cuál es? Si pensamos que somos seres sociales, entonces es lógico pensar que no sólo a los niños, sino también a nosotros nos caería bien el relacionarnos. Aunque sé, por desgracias, que en estos tiempos más que en otros, de más abusos a los cuales los niños están expuestos en manos de los adultos. Por ello creo que es importante que si no es posible una convivencia con otros todo el tiempo, antes de que se tenga una vida escolar, sí lo es que desarrollemos nuestra capacidad por saber convivir con nosotros mismos. Aunque el también permitir que caigamos en el aburrimiento de pronto, podría tener un resultado positivo porque cuando encontremos algo que en verdad nos agrade, seguramente no intentaremos que no nos vuelva a pasar.


Así que, por lo menos en lo personal, no pienso dejar de comprarle a mi hijo lo que por ahora me gusta, y más adelante lo que a él, pero sí pensaré por qué lo hago, si es el momento para hacerlo y espero poder saber hasta qué momento ya es suficiente, y pensar que en muchas ocasiones lo más sencillo es lo mejor para despertar la imaginación.[1]



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