Día 365+119
Comentando lo que me despierta la lectura de:
Muñoz Molina, Antonio: El dueño del Secreto. España,
Espasa Calpe, 1999.
Muñoz Molina, Antonio: El dueño del Secreto. España,
Espasa Calpe, 1999.
Recuerdo
que cuando empecé la universidad, ya hace algunos años, el cambio de ritmo
escolar me pegó de tal manera que empecé a sentirme rara, cansada, molesta, sin
ganas de hacer nada y con mucha sed; todo el tiempo era igual, además de que mi
carácter era más enojón que de costumbre y no lograba tener un sueño
placentero.
“[…] Me olvidé de todo. La desnutrición acabó debilitándome
la memoria no menos que las piernas […]" (p. 21)
Fue a
ver al Dr. y después de hacerme una serie de preguntas sobre mi ritmo de vida y
en especial sobre mi alimentación diaria, me dijo que todo lo que sentía era a
consecuencia de la falta de alimento a sus horas, porque cuando uno está muy “ocupado”,
y lo pongo entre comillas porque siempre nos podemos dar un tiempo para comer a
nuestras horas y como debe de ser, creemos que esto no importa, pero a la larga
es algo que afecta a nuestro cuerpo y nuestra mente al grado de la desnutrición.
No debemos olvidar que somos seres naturales que tenemos necesidades básicas y
una de ellas es comer.[1]
No hay comentarios:
Publicar un comentario