Día 365+283
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Los
roles sociales son determinados, como bien lo dice el propio término, por la
sociedad y la sociedad la formamos todos nosotros. En nuestra vida diaria, en
la cotidianidad, desde la forma en que nos expresamos, hasta el cómo vestimos
nos dice más de lo que pensamos sobre ello.
Pensemos
en el rol de una madre, en especial en un sistema machista, ella no sólo debe velar por sus hijos, sino
que tiene que vivir para ellos, su ser queda a un lado porque no se le permite
tener una vida personal, sería una mala madre.
“[…] la madre
pierde su prestigio […] como víctima, es despreciada; como arpía, detestada; su
destino aparece como el prototipo de la insulsa repetición; para ella, la vida
no hace sino repetirse estúpidamente, sin ir a ninguna parte; obstinada en su
papel de ama de casa, detiene la expansión de la existencia, es obstáculo y
negación.[…] ” (p.234)
La anterior cita nos dice qué pasa con una hija que ve el
rol que lleva su mamá, y que al crecer ella no quiere ser igual; aunque en una
sociedad donde los roles femenino y masculino están bien delimitados, es
imposible que una mujer deje de cumplir con su deber de madre. Pero ¿acaso lo
que dice la anterior cita es algo descabellado? Definitivamente creo que no.
Una madre nacida del machismo, y dedicada al mismo, sólo tiene en su vida
repetición y desaprobación de sus hijas que no desean ser como ella en el
futuro. Yo no creo que pase exactamente lo mismo en los casos en donde las
madres dan un ejemplo distinto a sus hijos, por ejemplo que vean que ella
también tiene deseos, límites y necesidades que cumplir. [1]
No hay comentarios:
Publicar un comentario