Día 365+305
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
El
deseo desesperado, y en muchas ocasiones la propia exigencia, de la libertad a una
edad joven, es algo que a todos de una u otra manera se nos presenta. Si
recordamos un poco de nuestras exigencias infantiles son del tipo de que ya no
somos unos niños y que deseamos salir como queramos, vestir como deseamos,
convivir con quien elijamos; pero todas estas exigencias están basadas
solamente en ese impulso juvenil de vivir y no sobre una base experimental.
“Además de esta
complacencia narcisistas, algunas jóvenes experimentan más concretamente la
necesidad de un guía, de un maestro. En el momento en que escapan a la
influencia de los padres, se encuentran embarazadas por una anatomía a la que n
están habituadas, y no saben hacer de ella sino un uso negativo; caen en el
capricho y la extravagancia; desean desistir nuevamente de su libertad.[…]”
(p.290)
La inexperiencia juvenil nos hace creer que hacer algunas
cosas como viajar, casarnos, trabajar, tener hijos, etc., es lo más sencillo
del mundo, que sólo es cuestión hacerlo y ya, y que los resultados serán
inmediatos, como por arte de magia. Pero de lo que no tenemos conciencia es de
que al carecer de experiencia, que es la que nos muestra las dificultades y
posibles soluciones a los problemas, en realidad partimos a una vivir “x” cosa
pero desde la ilusión, el deseo y la imaginación.
Seguramente te habrá pasado que por ejemplo tienes una
pareja y tu mamá, papá, hermanos o familiares te dice que no hables con el todo
el tiempo, que se den tiempo, etc., pero al ser muy joven se cree que todas las
recomendaciones, consejos, regaños y prohibiciones se hacen por molestar, por
no dejar vivir, siendo que el realidad es un beneficio para el inexperto. O
también suele pasar que cuando un joven abandona su hogar familiar, se inclina
a los consejos de un tercero, ajeno a la familia, porque es cuando sale a la
luz dicha inexperiencia. ¿Qué opinas, te ha pasado?[1]
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