Día 365+263
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
Dicen
que para ser padre no existe instructivo alguno en donde se nos diga que hacer,
que no hacer, como actuar, que responder, que mostrar, a qué edad sí y en cual
no, etc. Así que cada persona que se inicia en el cuidado de un hijo, su
educación y abastecimiento de todo lo necesario, empezamos en un camino que
puede resultarnos fácil al inicio, pero con el paso del tiempo los problemas
empiezas a aparecer, y la cosa ya no resulta tan sencilla como se creía. Tal
vez tampoco es que sea lo más complicado del mundo, pero en la rutina las cosas
se hacen monótonas y estresantes, y hasta lo más sencillo puede convertirse en
algo complicado. Aun así, y por más que digan que no hay instructivos para
ello, creo que sí hay algunas cosas que son de sentido común (como el no
golpear a un hijo, aunque hay padres que parecen no tener este sentido) y
algunas otras que los especialistas psicólogos nos pueden ayudar, por ejemplo
el cómo explicar la muerte, de un familiar cercano.
“[…] La magia
de la mirada adulta es caprichosa; el niño finge ser invisible, sus padres
entran en el juego, lo buscan a tientas, ríen, y luego, bruscamente, declaran: “nos aburres; no eres invisible.”
Una frase del niño ha hecho de gracia, y él la repite: esta vez los adultos se
encogen de hombros. Es ese mundo tan incierto e imprevisible como el universo
de Kafka, se tropieza a cada paso […]” (p.209)
Pero
algunos padres parece que no se interesan, mucho menos se preocupan, por lo que
hijos necesitan en cada etapa de su desarrollo y es muy probable que esto sea
también con ellos mismos. Dicen que uno no puede dar lo que no tiene, así que
yo como mamá, por ejemplo, si no tengo claro qué es lo que implica para mi un
regaño o castigo, algo que yo misma me impondría, mucho menos lo podré tener
claro para con mi hijo. Otro ejemplo podría ser que si alguien no controla su coraje
y desenfreno ante los problemas, tampoco lo podrá hacer con su hijo, y mucho
menos debería exigir esto a el hijo, pero es aquí precisamente en donde se da
la contradicción de la que habla la cita, cuando el padre hace creer a un hijo
que algo es agradable o correcto, y a la vuelta de la esquina le cambia la
jugada, el hijo siente la contrariedad y no lo seguridad. Así que primero
debemos los padres pensar cómo actuamos para poder luego actuar con lógica ante
los hijos. ¿Qué opinan padres?[1]