Día 365+365=2 años
Comentando lo que me despierta la
lectura de:
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. México,
Random House Mondadori (Debolsillo), 2013.
A lo largo de estos 2 años de empezar con este
gran reto personal, la vida me ha enseñado que nada se logra sin tener metas,
fines, sueños que requieren un verdadero compromiso, voluntad y esfuerzo arduamente para llegar a ello; que
las rutinas no son un problema sino la solución para ser hábiles en lo que
queremos lograr. Pero también me ha enseñado que en ocasiones no todo depende
de nuestra voluntad sino que necesitamos mucha fe ante Dios, y que hay pasajes
de la vida, de todas personas, que sólo están sujetas por este hilo que te
sujeta aún en los peores momentos y en la muerte misma. Esta entrada se la
quiero dedicar con mucho cariño, amor y respeto a una mujer ejemplo de
independencia, valentía y coraje ante la vida y con una gran fe, que sé que
ahora baila con los ángeles del cielo, gracias Abuelita Matilde Ángeles.
Hay
mujeres casadas que son dinámicas, alegres, activas, pero se ven limitadas,
aburridas y coartadas en su potencial por su esposo. A estas que no las dejan
trabajar, estudiar o desarrollarse en algún trabajo remunerable, son las que
mayor injusticia social y conyugal viven, porque en el momento en que se
imponen para hacer lo que quieren hacer, son tachadas, insultadas o dejadas por
sus esposos. Pero, también llega a haber otro escenario mucho más favorables
para ellas, como en el caso de estas mujeres que tiene que quedarse en su
pueblo mientras el esposo se va a otra nación a “probar” suerte, la soledad
para ellas no es un mal, sino un remedio.
“[…] Sabido es
con qué placer asombrado las mujeres, que lamentan sinceramente la ausencia de
su marido, descubren en sí mismas, en esa ocasión, posibilidades
insospechables; administran los negocios, educan a sus hijos, deciden y
administran sin ayuda. Y sufren cuando el regreso del marido las condena de
nuevo a la incompetencia. […]” (pp. 437-438)
Recuerdo con mucho
cariño y admiración a una de estas mujeres que estaba sola, porque el esposo le
mandaba dinero desde Estados Unidos (historia común en los pueblos de México),
ella llevaba toda la carga de su casa, siembra e hijos, pero recuerdo que se le
veía feliz, activa, viva; cuando se le preguntaba por su esposo ella decía que
estaba trabajando del otro lado y que mejor se quedara allá porque daba mucha
lata acá. Años después se que regresó él y ella sólo lo aguantó pocos años
cuando lo mandó de nueva allá. ¿Por qué no lo quería cerca? La respuesta no es
cuestión de mucha inteligencia, podemos entender que cuando estaba sola era
libre de tomar decisiones sobre ella y sus hijos, pero cuando estaba él no era
así, se tenía que hacer lo que el señor mandaba, porque a los maridos les toca
decidir. Yo creo que estos roles están cambiando lentamente, y que por lo menos
yo abogo no por la dominación sino por el acuerdo, ¿y tú, no aguantas a tu
esposo?[1]